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domingo, 17 de diciembre de 2017

Pecado y penitencia V: Soberbia

Nunca ha querido ser Doña Perfecta, pero desde niña se ha sentido superior a los demás. A nivel intelectual y a nivel moral, que son los únicos aspectos que importan. Obtuvo su doctorado en arte clásico a la tierna edad de veintiséis años, comenzó como profesora titular en el departamento Historia Antigua dos años después, y fue la primera de sus amigos en llegar a la meta que se había marcado.
También es la única que tiene un piso en propiedad en su zona favorita de la capital -pagado con su propio dinero, sin ayuda de padres o familiares-. Todas las mañanas observa la zona de camino al trabajo con orgullo mal disimulado. Además, viaja con frecuencia, por trabajo o por placer, circunstancia que amplía maravillosamente su visión del mundo; el saberse tan tolerante y culta le hace sentir poderosa. Tiene colegas en los cinco continentes, algo que saca a relucir en las conversaciones cada vez que tiene ocasión. Escribe artículos de profundidad académica gracias a su aguda inteligencia y a largas horas trabajando, a pesar de que intenta disfrazarse con un velo de falsa modestia.
Por todas estas características, despierta admiración, celos y aversión a partes iguales. Sus amigos apenas son capaces de aguantar sus alardes de pedantería. Sus compañeros de trabajo la observan como a un elemento tan hostil como indispensable. Sus alumnos se devanan los sesos para aprobar sus asignaturas, pero no se cortan a la hora de adjudicarle los insultos más humillantes a su espalda. Y ella se siente cautiva y protegida por ese muro de frialdad y condescendencia que ha construido a su alrededor.
La verdad es que, en sus momentos más bajos, anhela sentirse una más entre la masa de ignorantes, pero es incapaz de dejar su posición de pretendida superioridad sin sentir que se rebaja. Desearía encontrar alguien a quien mostrarse por completo, con sus zonas brillantes y sus bajezas, pero contempla a todos los miembros de la raza humana desde una altura despreciativa.
En realidad, sabe que no es superior a nadie. Se siente aislada y perdida.

No hay posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.       


martes, 28 de noviembre de 2017

La irreductible castellana

Vivimos nuestro tiempo como si fuera infinito, sin darnos cuenta de que el día que el marcador llegue a cero nos marcharemos sin poder despedirnos.
En sus 92 años, 9 meses y 26 días de viaje, vio un sistema democrático idealista e incoherente, una guerra civil que desangró su país, una dictadura mutante y oportunista, y el nacimiento y decadencia de una democracia.
Creció sin madre y dio cobijo a cinco hijos propios, y otros tantos que lo necesitaron. Sufrió el machismo en carne propia y tuvo tres nietas que se formaron con la idea de que eso ya no existiera.   Hizo gaseosas, helados, regentó un bar y una vaquería, cualquier oficio que permitiera sacar adelante a la familia.
Los que la conocieron, hoy saben tres cosas gracias a ella:
1. Que vale más ser alcalde que tonto, porque a los alcaldes los ponen y los quitan pero tonto se es para toda la vida (aunque a algunos tontos también los hagan alcaldes).
2. Que antes, el que la hacía la pagaba, y el de al lado tenía miedo.
3. Que a la masa de las rosquillas hay que echarle de harina "la que admita" (ahí cada uno con sus unidades de medida).
Además, aprendieron que la vida puede ser dura y aún así feliz si uno está dispuesto a lucharla con una sonrisa y un chascarrillo en la boca.
Su luz se fue apagando lentamente como una tea a la que se le agota el aceite.

En memoria de Claudia Zamora Delgado.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Pecado y penitencia IV: Gula

Donuts, patatas fritas, pizza, sushi, tarta de queso, fideos instantáneos, dos cupcakes, empanadillas y una Cocacola light. Esos son todos los alimentos que ha ingerido a lo largo del día. Una mezcolanza de sabores dulces y salados, intensos y saturados por los componentes químicos que la industria alimentaria les añade para que se conserven mejor y aumenten su atractivo. Se siente sedienta y un poco mareada, abrumada por su estómago hinchado y la cantidad de calorías vacías que ha ingerido. El desequilibrio nutricional se refleja en su físico blando y una actitud apática y carente de alegría.
Lo cierto es que en su casa han hecho todo lo posible por inculcarle hábitos de vida saludables, centrados en una alimentación sana y ejercicio físico con moderación. Han sido los resultados decepcionantes de su vida los que le han hecho decidir seguir unas pautas diferentes, aliados con miles de campañas de marketing que bombardean su cabeza desde los medios.
En el momento en el que su cuerpo infantil no se convirtió en el bello cisne que debía ser en la adolescencia, comenzó a ver en el gusto delicioso a su principal aliado. Los años de instituto pasaron, y lo que comenzó con atracones de chucherías con las amigas se convirtió en atracones de comida en la intimidad.
El paso a la vida universitaria no supuso una mejora: no destacó triunfalmente por encima de la media, ni vivió esa experiencia festiva que parecía de obligado cumplimiento. En cambio, siguió evadiéndose en sus fantasías digitales y comenzó a cocinar repostería de bonitos colores y malignos componentes. Devora sus creaciones en compañía o en soledad, con el ansia de encontrar una dulzura que se le escapa en la realidad.
No puede dejar de pensar que si estuviera tan delgada como los dibujos que tanto le gusta contemplar, su vida sería infinitamente mejor. Es incapaz de asumir que hay decepciones que sólo se curan después de aceptar que la frustración forma parte de la madurez, que nadie ha venido al mundo a vivir una fantasía multicolor, y que muchas de las cosas que acontecen en el trayecto vital de una persona son responsabilidad del que toma las decisiones.
Y vomita. Porque a pesar de que le resulta muy difícil llenar el hueco que siente en el estómago cada vez que piensa que no lleva la existencia que merece, no puede evitar sentir asco cuando observa sus lorzas de grasa en el espejo. Se siente la víctima injusta de unos patrones físicos que no puede cumplir y son indispensables para ser feliz, se ciega con los dulces que le machacan las arterias y le impiden tomar conciencia de su propia apatía.

No hay posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.

viernes, 13 de octubre de 2017

Pecado y penitencia III: Avaricia

La culpa es de la gente, que vive por encima de sus posibilidades. Siempre ha habido clases, el error de algunos ha sido querer olvidarlo. En el antiguo Egipto, los faraones no se mezclaban con los esclavos que construían sus pirámides, al igual que la aristocracia ateniense no debatía sobre el ethos con los que trabajaban las minas de plata de Laurión. Y esa clase trabajadora que tanto se queja de exiguos salarios, desahucios y corrupción haría bien en recordar que aún se encuentra lejos de la situación que viven los trabajadores en Bangladesh. Y muchos que cumplen sueños de banalidad y derroche a costa de los créditos que piden a los bancos deberían plantearse hasta qué punto pueden endeudarse antes de recurrir a ellos.
Es sumamente fácil señalar culpables en una sociedad que consume irresponsablemente, reflexiona mientras apura su brandy. Después de años de oropeles y brillos, ahora le toca ajustar cuentas y salvar a unas cuantas ratas con su silencio eterno. Hace meses que las furias exigen un sacrificio de sangre, buscando ansiosas descargar la rabia de una población que se siente reventar de necesidad de ideales y pureza. Pues bien, él pagará la parte del botín que le corresponde, pero eso no hará que el mal se solucione.
Lo cierto es que no puede recordar dónde comenzó su afán por amasar y poseer. Evidentemente, algunas de sus pautas egoístas le vinieron por carácter, pero la mayoría fueron aprendidas. En su ambiente se promovía la riqueza como único valor personal, era cuestión de tiempo que empezara a ostentar bienes que no eran suyos. La estafa estaba bien camuflada por una bonanza ficticia; mientras la ciudadanía se envanecía pensando que estaban llegando al nivel de los parientes ricos de Europa, el mercado inmobiliario se disparaba y los fondos públicos eran malversados.
Él participó muy gustosamente de aquella comedia macabra; si un camarero quería solicitar una hipoteca a cincuenta años por un chalet de extrarradio, no le correspondía a él disponer lo contrario. Si la clase política pagaba favores con servicios públicos, no era responsabilidad suya que se dejaran comprar con semejante facilidad. Y sin embargo, cada traje nuevo y propiedad adquirida no llegaban a satisfacer la visión que tenía de sí mismo. Las lujosas comidas de empresa y el ocio lascivo nunca llegaron a cumplir sus expectativas, sólo gratificadas momentáneamente tras hacerse con el control y el poder sobre algo nuevo, objeto o persona. Después de tanto tiempo así, casi agradece que la rueda de apropiaciones indebidas y acusaciones fundadas vaya a detenerse.
Lo único que le queda por poseer es la muerte, que ahora lo mira de frente. Con este pensamiento se prepara para apropiarse de ella mientras lo encañona su verdugo.

No hay posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Pecado y penitencia II: Envidia

En los últimos años, su amiga del alma ha conseguido zafarse de los kilos condenados socialmente a base de sacrificio y esfuerzo; ha alcanzado el trabajo que ansiaba a través del estudio, la valentía y la constancia; es dueña de su vida y no cuestiona a nadie las decisiones que toma en la suya. ¿Y quién se cree para ir de triunfadora?
Es incapaz de reprimir el odio y el desprecio cada vez que la ve pavonearse en las escasas reuniones en las que se ven; su amiga, que era una joven gorda y torpe ahora se desenvuelve como si fuera la reina del mambo, coqueteando con unos y otros. Cada vez que habla sobre su adorado trabajo, no puede evitar interrumpir con preguntas impertinentes y malos modos, adjudicándose el protagonismo; en ese grupo, la única con una labor relevante es ella, no importa que otras personas se dediquen a la medicina o la enseñanza. Sólo es capaz de escuchar a la amiga cuando ésta relata algún fracaso amoroso, prueba irrefutable de que a pesar de todos sus éxitos es una pobre infeliz.
Y sin embargo, cada insulto velado y ridiculización dirigidos a la amiga son respondidos por ésta con una carcajada que se ríe de sí misma. Cada fanfarronería son contestados con una frase irónica. Cada interrupción, con un silencio que dice más que mil palabras.
No puede dejar de notar que hace años que la amiga no la llama, y si lo hace es muy de tarde en tarde. Tampoco comparte con ella ningún tipo de confidencia, sólo las que cuenta al grupo de amistades. No cuenta con ella en sus planes y evita su compañía en las ocasiones en las que están en un grupo grande. Y además, no reacciona a ninguna de sus interacciones en las redes sociales, como si éstas carecieran de importancia. Ella lo ve como una muestra de la vanidad de la amiga y no como una protección contra sus ataques.  Y no obstante, cada vez que se siente ignorada no puede evitar desgarrarse por dentro y llorar en silencio.

No hay posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Pecado y penitencia I: Lujuria

Cada vez que atisba una forma sugerente, su mirada se desvía y su mente comienza a elucubrar distintos escenarios. Nunca fue hombre de una sola mujer; o de un solo hombre. Su hambre de carne es infinita, sólo equiparable a su capacidad para mentir y disfrutar del momento. A pesar de que ya no es tan joven como desearía, no tiene problemas para acaparar la atención con su carisma y cuidado atractivo.
Reflexiona sobre su experiencia en el arte de la seducción mientras realiza sus series de flexiones. No es tanto el goce físico como el período del juego previo lo que le erotiza y subyuga. Ese momento en que las mujeres –jóvenes y maduras, tontas y astutas- se arrojan a sus brazos, obnubiladas por las fantasías que sus palabras prometen. Ese instante en el que los hombres se dejan impresionar por su brillante seguridad y sus maneras envolventes.
Cada amante es un cuerpo, un placer y un mundo por descubrir. Y una vez explorado someramente, él siente la necesidad de encontrar otros cuerpos y mundos nuevos, no siendo satisfecho por el viejo goce. No existe conciencia, reserva moral o profundidad emocional, simplemente todo lo que la experimentación sensorial puede ofrecer. Son muchas las barreras que él ha traspasado en su eterno descubrimiento de los misterios del deseo y el sexo. Cuando recuerda alguno de sus encuentros más célebres percibe una corriente eléctrica que parte desde su cerebro hasta las ingles; saborea la libertad al margen de los condicionamientos sociales más retrógrados, y reaviva su ansia por perpetuar sus conquistas.
Y acto seguido, su mente regresa a su primera mujer, con la que se abrió este hambre desmesurada que sufre. En este caso en concreto, el descubrimiento del cuerpo y el placer fue parejo a la comprensión de la esencia del otro, un proceso íntimo que sólo puede ser compartido. Sin embargo, semejante plenitud muy pronto dejó de ser suficiente para él y comenzó a buscar satisfacción a sus necesidades en pieles sin nombre. El tiempo y las traiciones expulsaron a la mujer de su lado, para nunca regresar.
Tiene éxito en su profesión, atractivo físico y encanto personal. Tiene un anhelo inconmensurable que nunca puede saciar. Tiene miedo a la oscuridad y a la soledad.


No hay posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.

martes, 8 de agosto de 2017

El cruce


En ocasiones, la vida te sitúa ante ciertas disyuntivas difíciles de resolver con éxito. Ante ti, un camino bifurcado en dos alternativas antagónicas. La derecha, el deber, la trayectoria que marcaste al poco de empezar a andar; ascendente, pedregosa y directa a la cumbre. A la izquierda, la senda que fluye con la mansedumbre de un río que se funde en el mar; bordea la montaña, no llega al destino que tenías en mente desde el principio.
Si tus piernas se paralizan y los pies se clavan en el suelo sabes que es sólo una tregua temporal que se te concede mientras decides. En muy poco tiempo deberás avanzar en la dirección que hayas elegido.
Derecha o izquierda. Cumbres o llanuras. Sacrificio o  renuncia. La ladera que se eleva ante tu mirada indecisa te reta con las aristas rocosas que te magullarán en tu ascenso al cielo. La senda de arena cálida te seduce con la suavidad y sencillez que promete. El objetivo que traías marcado desde el inicio es duro como las piedras que lo forman, pero una vez alcanzado te permitirá anidar entre las nubes y contemplar amaneceres tan extensos como tu pequeña existencia humana. Por el contrario, el sendero que bordea el risco te llevará al otro lado sin sufrimiento... y sin gloria. A esa renuncia se le añade el desconocimiento de esta nueva alternativa, que no habías planeado. ¿No estará cortada traicioneramente a mitad de camino? La incertidumbre hace presa en tu mente y comienza la angustia.
Tus músculos llevan años preparándose para realizar la subida, te impulsan hacia la derecha. Tus huesos, rotos y recompuestos tantas veces con las caídas del camino, están cansados y tiran desesperadamente hacia la izquierda.
Cierra los ojos, funde tu conciencia, aclara tus deseos y despeja tus temores. Decide. Un paso al frente, un paso a la...

viernes, 2 de junio de 2017

La vida en el horizonte (IV)

De esta forma, la viajera se animó a confesar sus sentimientos una noche en la que el ermitaño había estado vagando con ella por los alrededores de la cueva. El hombre aceptó la revelación con fingida sorpresa, cierta arrogancia y una pizca de cariño. No obstante, replicó con la brutal sinceridad que a veces lo caracterizaba.
>>Sabes que en esta cueva siempre serás bien recibida, pero no esperes que yo me preocupe por tus circunstancias, ni que cambie mis costumbres.
>>He empleado mucho tiempo y esfuerzos en construir mis murallas y nunca he sentido la necesidad de derribarlas por ti. Además, aunque me lo hubiera planteado, no quiero hacerlo por una persona que puede marcharse en cualquier momento.
La secreta viajera encajó aquellas palabras con todo el aplomo que pudo. Si bien era cierto que sentía que él había estado jugando con sus emociones, pues las actitudes del ermitaño hacia ella habían sido ambiguas en más de una ocasión, también era consciente de que no podía pedir al hombre que estuviera a la expectativa de sus idas y venidas por el mundo. Porque había quedado claro que había llegado el momento de dejar el vagabundeo y comenzar el viaje.
Por extraño que pueda parecer, la rutina de visitas a la cueva no se interrumpió después de aquella conversación; de hecho, los encuentros aumentaron en frecuencia, aunque disminuyeron en intensidad. El corazón de la joven seguía latiendo a mayor velocidad cuando lo veía, pero el nerviosismo se fue desvaneciendo día tras día al saber que sus suposiciones nunca habían sido acertadas. Y así se estableció un statu quo hasta el día anterior a la partida.
La despedida entre los dos no fue fría, ni sentida, ni hubo lágrimas o muestras de cariño. La viajera acabó por dar la espalda a la cueva y no volvió la vista atrás.
La pesadumbre le oprimía el pecho, pero a cada paso que daba al frente sentía como si fuera soltando lastre, de modo que su caminar fue aligerándose hasta que llegó al puerto casi a la carrera, a pesar del macuto que cargaba a la espalda.
La viajera observó el ferry que debía transportarla. Su aspecto era mediocre pero sólido, el tipo de barco feo capaz de aguantar las tempestades en alta mar. Y supo que aquella característica sería muy útil en el viaje, pues cuando volvió a dirigir su vista hacia la línea que separa el mar del cielo vio que ésta se hallaba cubierta por una gama de grises nada halagüeña.
Subió al ferry sin perder de vista la dirección que éste iba a tomar. Las nubes que pendían sobre el horizonte anunciaban lluvia y complicaciones, pero confiaba en que, entre tantos nimbos grises, ella sabría encontrar rayos de sol.

                                                                             FIN

domingo, 28 de mayo de 2017

La vida en el horizonte (III)

Paulatinamente, el ermitaño y sus excepcionales circunstancias fueron invadiendo su mente, dejando poco espacio para las cuestiones que a ella siempre le habían parecido de cierta relevancia. A pesar de ser consciente del riesgo de perderse a sí misma en divagaciones estériles y actos inútiles, nunca había desarrollado semejante interés por otro ser humano, y por eso se negaba a alejarse definitivamente de él.
La cueva, por otro lado, era ciertamente más confortable de lo que uno podría esperar en una caverna, lo cual mostraba la habilidad del ermitaño para manejarse en los asuntos más mundanos de la vida. Por esta razón, además de la singular atracción que sentía por el propietario, la viajera comenzó a aceptar cobijo allí durante algunas noches. Las horas que pasaba bajo ese techo transcurrían en vela, y encontraba poco descanso en compañía del hombre, pero era agradable la sensación de pertenencia que experimentaba a su lado. Sin embargo, cada día que retomaba su vagar al rallar el alba, lo hacía con una congoja y un desconcierto que empezaban a dejar poso en su ánimo.
Y tampoco ayudaba a que su humor se restableciera el hecho de que el ermitaño a veces mostrar más interés por otras visitas femeninas que por ella. Cada vez que aquello ocurría, un hormigueo punzante se asentaba en la boca de su estómago y le impedía respirar con regularidad. Y lo único que se le ocurría hacer en esas ocasiones era echar a correr hasta que el ejercicio la obligaba a tomar bocanadas de aire que se ahogaban entre sollozos sin sentido.
Con esta rutina fueron pasando los meses, hasta que una novedad se introdujo en la vida de la viajera. Llegó hasta sus oídos que un ferry atracaba periódicamente en un puerto cercano y luego partía hacia un destino desconocido más allá del mar que tantas veces había observado.
Tan pronto como pudo, la joven compartió la noticia con su peculiar compinche con la mezcla de excitación y temor correspondiente a un hallazgo semejante. Esperaba la reacción desapasionada y apática de él, pero no por ello dejó de acusar el golpe de su frialdad. La posibilidad de realizar su anhelo era importante para ella, y no podía comprender que el ermitaño no sintiera ni una pizca de alegría por el hecho.
Aquella actitud influyó en que los pasos de la viajera fueran aún más erráticos durante una temporada, sufriendo varias caídas con las piedras imaginarias del camino. No obstante, la joven intentaba afrontar la turbación con una dosis de racionalidad y valentía que acababa transformándose en una ración considerable de imprudencia y esperanza asesina. Las ilusiones que nacían un día morían al siguiente con la misma celeridad, y la obsesión que iba ganándole terreno a la cordura apartaba su atención del viaje que podía realizar. La cueva ocupaba el centro de sus pensamientos, y comenzó a volver la vista atrás, dejando de observar el horizonte.
Consciente de que el acumulo de errores y equivocaciones amenazaba con frustrar sus planes de futuro, la joven tomó la determinación de llevar su apasionamiento repentino hasta las últimas consecuencias; triunfaría o se inmolaría en el intento.

domingo, 21 de mayo de 2017

La vida en el horizonte (II)

Las reuniones con la secreta trabajadora eran un asunto serio. No se daban con la frecuencia que deseaba, pero acudía a ellas siempre con alegría e interés, pensando en aportar todos los datos curiosos que había aprendido entre reunión y reunión. No obstante, su compañera ya había encontrado su trabajo secreto, y cada vez era más consciente de que a ella el espacio periférico de su origen la cercaba en exceso. El miedo al fracaso no sería una eterna excusa para no asomarse al más allá de las posibilidades.
Como único libro, en el macuto llevaba un ajado ejemplar del “Ulises” de Joyce. No había sido capaz de leerlo, pero le hacía pensar en el héroe homérico cada vez que lo veía, y por eso lo conservaba. Sólo esperaba que ella no tuviera que vagar diez años para encontrar el hogar.
En uno de sus recorridos por la periferia de sus orígenes descubrió una cueva habitada por un ermitaño. En verdad era un ermitaño extraño extraño extraño, que adolecía de una rara clase de misantropía que le llevaba a buscar visitas sin abrirse por completo a ninguna, por agradable que ésta fuera.
En los primeros meses de descubrimiento, la viajera observó la cueva y a su habitante desde lejos, saludándolo a cierta distancia pero sin atreverse a acercarse. El temor y la curiosidad más morbosa la embargaban a partes iguales, y como nunca se había llevado bien con los sentimientos encontrados, decidió que el tiempo y la distancia hicieran su trabajo para olvidar la cueva y su peculiar morador.
Pero desgranaba un día tras otro de periplo sin que otra cosa pudiera entrar en su mente, así que decidió poner en riesgo su cordura y averiguar qué podía ofrecerle aquel hombre.
Al principio, las conversaciones que mantenían tenían un tinte insustancial que no se atrevía a ir más allá por temor a las consecuencias, pero poco a poco el significado de lo que uno y otro decía iba encriptándose, dando a entender que había algo más relevante detrás de las palabras que se pronunciaban. Los giros y requiebros del discurso fueron adquiriendo un cariz retorcido y malsano recubierto de una ternura no exenta de cierta crueldad.
La viajera esperaba cada reunión con una mezcla de miedo y esperanza difícil de comprender, pues cada día el ermitaño respondía de una manera a los estímulos que ella aportaba. Además, a veces le gustaba retrasar las reuniones sólo por el placer de negarse a sí misma que estaba desarrollando una adicción.

martes, 16 de mayo de 2017

La vida en el horizonte (I)

Vagar es más complicado de lo que la gente cree. Dejando de lado los asuntos logísticos –importantes, sobre todo si uno se ha acostumbrado a llevar una vida cómoda-, está el desconcierto de no saber a dónde llevarán los pasos que se dan. Todas estas cuestiones se le habían escapado a la secreta viajera en el momento de tomar la decisión de desentenderse de su vida anterior.
Al principio no había llevado bien eso de no comer caliente –o no comer en absoluto-, pero con los meses había aprendido a disfrutar de la sencillez y la frugalidad. Peor había sido el hecho de no poder disfrutar de duchas y baños con asiduidad, y descubrir que a veces olía peor de lo que los estándares sociales marcaban. Pero en realidad, aquellas incomodidades no eran tan terribles.
Terribles habían sido los hallazgos que había hecho en unos pocos meses de vagabundeo. Había descubierto que existían depredadores de hombres disfrazados de personas, y que desenmascararlos era complicado y peligroso, por lo que solía mantener las distancias con el resto de la gente. Además, se había visto obligada a enfrentarse a la realidad de que, por mucho que anduviera, no tenía un destino al que dirigirse. Y le faltaba valor para atravesar el mar en dirección al horizonte.
Pocas personas sabían que durante muchos años había tenido un ancla. Ésta le había aportado estabilidad y seguridad, pero también le había impedido moverse, lastrando su avance hacia la madurez. Durante los últimos años de su primera juventud se había aferrado a ella por miedo a lo que había más allá de aquel mundo reducido en el que se había resguardado. Pero al final, la llamada del horizonte había sido más fuerte y había decidido salir a probar fortuna.
La idea de aquel mundo tan pequeño, tan cerrado, tan pautado y privado de espacio para sí misma había terminado por llenarla de angustia. La falta de oxígeno le había afectado al cerebro durante años, y había tardado en reaccionar, no sin sentirse culpable por dar un golpetazo encima de la mesa y claudicar.
Ya había habido un primer conato de soltar amarras, pero fracasó antes de empezar siquiera. Por entonces era consciente de que todo en la vida tiene su peaje, y en aquel tiempo todavía no estaba preparada para pagarlo.
Cuando llegó el momento, se tragó las consecuencias con sonrisas que impostaba para no desentonar, e intentó volver a aferrarse al ancla, con la ilusión de que aquella última vez no se ahogaría.
Sin embargo, hay ciertos actos que no se pueden ni con la mejor intención, y una vez vislumbrado el horizonte permanecer aferrada al ancla se le antojó una cobardía. Decidió que la soledad autoimpuesta era más llevadera que la culpabilidad y los reproches y comenzó a vagar. Sabía que siempre encontraría compañeros en el camino. Y si no, tampoco le importaba caminar sola, al menos por un tiempo.

jueves, 9 de febrero de 2017

La coherencia al abordar el acoso escolar... menos gritos y más formación

Comenzaré esta reseña declarando que soy profesora novata de educación secundaria y acudí al curso organizado CRIF Las Acacias movida por el impacto mediático que tiene el bullying y el ciberbullying en nuestra sociedad actual, al albur de algunos hechos tremndamente dramáticos a los que se ha hecho eco. Que conste que parto del principio de mi experiencia en el aula y no soy objetiva en lo que voy a comentar, pero en ocasiones me pregunto si los medios podrían referir las noticias restando sensacionalismo a asuntos de profundidad como es el tema de acoso escolar; la información nunca debería servir para crear alarma social, y en este caso, los miembros de la comunidad escolar agradecerían menos cohetes y más consistencia en la información vertida.
Una vez hecha esta declaración de intenciones, me gustaría compartir mi experiencia en el curso organizado por el CRIF Las Acacias. En primer lugar, me sorprendió gratamente el enfoque multidisciplinar de las jornadas, al poder contar con la participación de expertos en el trato con niños y adolescentes en ámbitos muy diversos y complementarios –desde la inspección educativa a la seguridad ciudadana-. Por otro lado, las ponentes y los ponentes de las jornadas compartieron con los asistentes sus conocimientos y experiencia en sus respectivos campos desde una postura cercana e instructiva.
Desde la inspección educativa, Pilar Cruz Aparicio nos instruyó sobre el marco legislativo sobre los modos de actuación ante los casos de acoso en los centros –tanto de educación infantil y primaria, como secundaria-. A pesar del carácter técnico de estas jornadas –la primera y la última, respectivamente-, despertaron la participación e interés de los asistentes; creo que a ninguno de los profesores, jefes de estudios y directores allí presentes nos gustaría sentirnos impotentes ante una situación de conflicto y violencia soterrada, por lo que además de las explicaciones de la inspectora, más de uno se animó a aclarar dudas. Además de conocer el funcionamiento del marco regulador, especificado en el decreto 15/2007, Pilar también dedicó su debido tiempo a explicar el protocolo de actuaciones que debe activarse ante un posible caso de acoso.
La segunda ponencia abordó el tema de la violencia en los centros educativos desde el ámbito médico. La pediatra Mª Angustias Salmerón Ruiz, experta en el trato con adolescentes compartió su experiencia en la práctica médica, incidiendo en los casos en los que se refleja un mal clima escolar o familiar con los síntomas psicosomáticos en los menores. En concreto, esta ponencia me pareció especialmente reveladora, ya que dio pistas para una detención temprana de situaciones en las que los alumnos pueden estar sufriendo una situación que les supera –no sólo acoso escolar-. Además, la doctora dedicó parte de su actuación a informar sobre los efectos de las TIC en los menores, un tema tan de moda y sobre el que se habla en muchas ocasiones desde el desconocimiento.
Desde la policía tuvimos la oportunidad de escuchar a Esther Arén Vidal, inspectora de policía que en los últimos años ha trabajado con los malos usos de las redes sociales y los delitos asociados a ellos. Además de tratar el ciberbullying, Esther nos informó de los delitos sexuales y la falta de seguridad que genera una mala educación en materia de TIC en los menores desde un estilo claro, directo y desenfadado. En este sentido, creo que a más de uno de los asistentes nos hizo reflexionar sobre nuestro desconocimiento para saber por dónde respiran nuestros alumnos cuando están conectados, y hasta qué punto construyen una vida paralela en las redes, no exenta de peligro precisamente.
El curso del CRIF también incluyó la participación de Mª Luz Sánchez García-Arista, experta en mediación y gestión de conflictos. En este caso, fue agradable contar con la experiencia de una persona que nos diera pautas  y consejos para solucionar conflictos de la manera más saludable y positiva posible.
Las jornadas para mejorar el clima y la convivencia no estarían completas sin un “decálogo” de buenas prácticas. En este caso, contamos con la intervención de los equipos directivos del IES Ángel Corella, en Collado Villalba; y del CEIP Sierra de Guadarrama, en Guadarrama. Tanto Laureano Cuevas y Sergio Quirós -director y jefe de estudios del IES respectivamente-, como Julia Aguado –directora del colegio- destacaron la importancia que tiene el reglamento de régimen interno de los centros para mejorar la convivencia. En el caso de Laureano y Sergio, remarcaron que un buen clima escolar también involucra la actuación de los profesores y su interrelación con los alumnos, destacando el papel de los docentes no sólo como transmisores del conocimiento, sino también como modelo de conducta, por lo que cobran especial importancia las formas y maneras de todos los miembros de la comunidad escolar. En el caso de Julia Aguado, tuvo la amabilidad de compartir con los asistentes la implementación de un plan de alumnos mediadores en su centro, explicando parte del proceso de formación de estos alumnos, la experiencia de los niños y los beneficios que había alcanzado el proyecto en la convivencia del centro.

Para concluir, me gustaría remarcar que el enfoque multidisciplinar de las jornadas ha sido un acierto fundamental para el aprovechamiento de esta formación; no hay nada que iguale la seriedad e implicación de una persona volcada en su labor –sea educativa, policial o sanitaria-. Contar con las explicaciones de este tipo de expertos ayuda a comprender mejor un tema tan delicado como es la convivencia en los centros escolares, descubriendo facetas ocultas y recursos para la solución de problemas. Conflictos y problemas van a surgir en nuestra práctica docente–como ocurre con todas las áreas de la experiencia humana-, pero se viven mejor si te sientes preparado para afrontarlos.

sábado, 28 de enero de 2017

La metamorfosis del blog

Han pasado muchos meses desde la última vez que este blog tuvo algún tipo de actividad, lo cual es muy comprensible teniendo en cuenta que nació como recurso educativo para la asignatura de Filosofía durante el curso 2015-2016. Sin embargo, como en los últimos tiempos ha vuelto a ebullir en mi cabeza la inquietud de escribir y compartir las cosas curiosas que uno puede aprender en el mundo, he decidido retomar la redacción de esta página. El motivo principal de reconvertir este blog y no crear uno nuevo es que el nombre me encantó desde sus inicios y me daba pena que quedara en el olvido.

Por tanto, doy la bienvenida a todos los posibles lectores que pasen por aquí -pasados, presentes y futuros-. Intentaré que lo que encontréis aquí sea motivo de maravilla y descubrimiento.

Un saludo.