Cada vez que
atisba una forma sugerente, su mirada se desvía y su mente comienza a elucubrar
distintos escenarios. Nunca fue hombre de una sola mujer; o de un solo hombre.
Su hambre de carne es infinita, sólo equiparable a su capacidad para mentir y
disfrutar del momento. A pesar de que ya no es tan joven como desearía, no
tiene problemas para acaparar la atención con su carisma y cuidado atractivo.
Reflexiona
sobre su experiencia en el arte de la seducción mientras realiza sus series de
flexiones. No es tanto el goce físico como el período del juego previo lo que
le erotiza y subyuga. Ese momento en que las mujeres –jóvenes y maduras, tontas
y astutas- se arrojan a sus brazos, obnubiladas por las fantasías que sus
palabras prometen. Ese instante en el que los hombres se dejan impresionar por
su brillante seguridad y sus maneras envolventes.
Cada amante
es un cuerpo, un placer y un mundo por descubrir. Y una vez explorado
someramente, él siente la necesidad de encontrar otros cuerpos y mundos nuevos,
no siendo satisfecho por el viejo goce. No existe conciencia, reserva moral o
profundidad emocional, simplemente todo lo que la experimentación sensorial
puede ofrecer. Son muchas las barreras que él ha traspasado en su eterno
descubrimiento de los misterios del deseo y el sexo. Cuando recuerda alguno de
sus encuentros más célebres percibe una corriente eléctrica que parte desde su
cerebro hasta las ingles; saborea la libertad al margen de los
condicionamientos sociales más retrógrados, y reaviva su ansia por perpetuar
sus conquistas.
Y acto
seguido, su mente regresa a su primera mujer, con la que se abrió este hambre
desmesurada que sufre. En este caso en concreto, el descubrimiento del cuerpo y
el placer fue parejo a la comprensión de la esencia del otro, un proceso íntimo
que sólo puede ser compartido. Sin embargo, semejante plenitud muy pronto dejó
de ser suficiente para él y comenzó a buscar satisfacción a sus necesidades en
pieles sin nombre. El tiempo y las traiciones expulsaron a la mujer de su lado,
para nunca regresar.
Tiene éxito
en su profesión, atractivo físico y encanto personal. Tiene un anhelo
inconmensurable que nunca puede saciar. Tiene miedo a la oscuridad y a la
soledad.
No hay
posibilidad de redención, no existe condena. En el pecado va la penitencia.
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