Indudablemente, la felicidad es un concepto demasiado amplio
para poder ser definido. Puede ser explicado desde distintos puntos de vista,
como puede ser desde la más tierna infancia, en nuestro caso, la adolescencia o
la edad adulta. Es decir, para la mayoría de nosotros se nos presenta como un
dilema. ¿Y porque un dilema? Fácil. Porque la felicidad nunca llega a ser un
estado absoluto. Siempre, parece disiparse, evaporarse, como el humo de un café
caliente. La mayoría de nuestras acciones que tienen como objetivo la felicidad
tan solo nos llevan a minutos, horas, días o semanas de felicidad, pero
eventualmente, dicho estado de ánimo acaba por desaparecer.
Desde el punto de vista del Empirismo, John Locke afirmaba
lo siguiente: “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una
disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. Y que razón
tenía. Puede que las circunstancias sean uno de los muchos factores para poder
llegar a la felicidad, pero sin duda, el más esencial es
nuestro deseo de ser felices. Sin ese principal deseo, no tendríamos un punto
de partida para empezar a ser felices.
Desde mi punto de vista, creo que sería necesario empezar
con varias preguntas antes de ponernos a definir que es la felicidad, por
ejemplo, empecemos con la más sencilla: ¿Qué es la felicidad?
¿Qué es la felicidad?
Bajo mi criterio, creo que la felicidad es una historia
interminable. Es un estado de ánimo inalcanzable, el cual nos pasamos toda
nuestra vida persiguiéndolo. Desde pequeños hemos sido educados por nuestros
padres con “Si sacas un 10 me pondré muy contento”, o, mismamente cito
textualmente a mi madre cuando se acercó a la cama de mi hermana el otro día y
dijo “Sois lo mejor de mi vida, me hacéis muy feliz”.
En el caso de mi
madre, ¿significa que siempre es feliz? No. Tiene sus días buenos, sus días
malos y sus días regulares. Pero eso, en el caso de mi madre, mi padre, mío y
probablemente, todos los seres humanos de este planeta.
Hace unas cuantas semanas, estando en grupo con un par de
amigos, se me ocurrió preguntar, ¿Y vosotros, porque os consideráis personas
felices?
Algunos, me contestaron con respuestas como ¿Y por qué no
iba a serlo?, pero, hubo una respuesta en particular que me pareció muy
particular y muy sincera:
“No es tanto porque me considero feliz, sino porque debería
serlo. Si comparas la vida que llevo con la de un pobre niño de África o un
esclavo, por ejemplo, no tengo absolutamente nada de lo que quejarme. Tengo una
familia que me quiere, comida en el plato cada día, una cama y un techo bajo el
que dormir y la posibilidad de labrarme mi propio futuro. Y la verdad es que
creo que mucha gente sería más feliz si valorase las cosas que tiene y no las
que le faltan.”
Yo, creo que tardé varios segundos en reaccionar a esta
respuesta. La sencillez con la que había sabido contestar a una pregunta tan
compleja me sorprendió mucho. Puede que nunca lleguemos a el “nirvana” de la
felicidad. Puede que la respuesta que me dio mi amiga no sea la clave para
resolver la crisis u otros conflictos mundiales. Pero en una cosa estoy de
acuerdo, la clave es saber vivir apreciando las pequeñas cosas que nos da la
vida. Es caer 100 veces y levantarse 100 veces más. Es rodearse de personas
queridas que llenen nuestro mundo de alegría y positivismo, no de tristeza y
dolor. Como dijo Marx en su día: "la felicidad depende de una búsqueda
personal e intransferible, una postura de compromiso incondicional con la
propia vida".
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